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Colón

La mirada de Mario

Colón

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Avenida Lezica:

La avenida Lezica es una vía fundamental del barrio, caracterizada por una cortina continua de eucaliptos, que en su mayoría fueron plantados en la zona entre 1868 y 1872. Santiago Rusiñol escribe en su libro Del Born al Plata: “Siempre que siento olor a eucaliptus me recuerdo de Villa Colón”. Las señoriales casas-quinta, a partir de la creación de la Villa, inician su desarrollo en esta vía, que el propio Ambrosio Lezica construyó de su bolsillo Caminar por esta ancha avenida es como entrar en un túnel del tiempo abrazado por árboles eternos.

 

 

Plaza Vidiella:

Sobre la Avenida Garzón, casi en lo que viene a ser la «entrada» al barrio, está la Plaza Vidiella, lugar de paseo, recreo y descanso de los habitantes de Colón. Tiene grandes espacios verdes con abundante presencia de árboles y, en el centro, un monumento que recuerda a Don Francisco Vidiella (1820-1884), horticultor español que inició la industria vitivinícola en gran escala en la zona. Su estatua, inaugurada en 1891-obra de Juan Luis y Nicanor Blanes, hijos de Juan Manuel Blanes-, es la primera en el Uruguay consagrada a un extranjero que no era político, ni militar, ni héroe nacional; tan sólo un emprendedor, productor y trabajador rural.

Parque Monte de la Francesa/Parque Giot:

Ubicado en Lanús, entre Yegros y Caacupé, este gran espacio verde fue obra de Juan Perfecto Giot, quien realizara la plantación masiva de eucaliptus en la zona. En 1891, comienza la construcción del Gran Hotel del Parque Giot, inaugurado el 1° de octubre de 1892, con treinta habitaciones, salas, comedores etc. Un tranvía recorría la avenida Lanús para llegar expresamente hasta el lugar. Para que las familias pudieran visitar el parque, la compañía de ferrocarril central vendía boletos a bajo costo. En el parque, Giot había plantado gran cantidad de eucaliptus, acacias, robles y araucarias. Desde 1997 funciona en el lugar el Teatro de Verano de Colón.

Teatro de Verano de Colón:

Con capacidad para 1.500 personas y construido hacia 1950, permaneció inutilizado por un período de más de veinte años, en 1997 estuvo a punto de ser demolido. Un grupo de vecinos se movilizó y logró reacondicionar el Teatro y el Parque donde éste descansa. Allí funciona un centro cultural cuyo motor es el Teatro y sus instalaciones, y donde además de eventos culturales y espectáculos se imparten talleres de formación en diferentes artes y oficios.

 

Casa quinta Juan Idiarte Borda:

Casa quinta característica de la belle époque montevideana, construida en 1896 como villa de veraneo del entonces presidente de la república. Sus más de mil metros cuadrados edificados se distribuyen en las tres plantas principales, el subsuelo y las buhardillas; posee varios miradores, terrazas y un ampuloso acceso en doble escalinata. En el jardín lucen glorietas y canteros con añosos ejemplares de abedules, araucarias, casuarinas, robles y cedros, entre otros. En la parte posterior se extendía una quinta con naranjos. Todo el predio se encuentra rodeado de una verja de hierro que es una verdadera obra de arte.

Bodegas Carrau:

Una de las bodegas mas antiguas del país, construida en 1887, fue recuperada por Carrau para el inicio del primer proyecto exportador de vinos finos del Uruguay. Su casa colonial y el hermoso parque y viñedo, lo convierten en un paseo estupendo que permite descubrir algunos de los mejores vinos de América del Sur, a tan solo unos minutos de Montevideo. Recibe visitas guiadas que permiten recorrer las instalaciones y degustar sus vinos en César Mayo Gutiérrez 2556.

Bodega Fallabrino:

Aunque sus vinos se elaboran en la vecina Melilla, esta bodega ancestral tiene su cava y museo en Colón, cuyas instalaciones datan de 1840. Se realizan visitas guiadas por la Bodega y las cavas acompañados de un Técnico Enólogo, recorriendo todo el lugar y culminando en la sala de degustación. También se puede visitar el Museo de Maquinaria Antigua, donde además se aprecian cuadros antiguos, imágenes de la bodega y de fiestas de la vendimia, de los años 1965 en adelante.

Bodegas Santa Rosa:

Fundada en 1898, la Bodega Santa Rosa es un bastión de la producción vitivinícola de Colón, merced al esfuerzo y dedicación de las familias Passadore y Mutio. En las visitas pueden recorrerse las cavas subterráneas en un área de más de 4.000 metros, acompañados por un miembro de la familia. También se puede apreciar el famoso método de elaboración tradicional del Champagne «Methode Champenoise», y disfrutar de varias degustaciones.

Colegio Pío:

En una zona rural de las afueras de Montevideo, en Avenida Lezica 6375, a finales del siglo XIX, se crea el Colegio Pío IX, gestionado por misioneros salesianos llegados de Europa que se dedican a la educación. Su edificio data de 1877 y por su relevancia arquitectónica es Monumento Histórico Nacional desde 1975. Es uno de los colegios más antiguos de Uruguay. Nace fundamentalmente como un internado de niños y adolescentes del Interior que no tenían posibilidad de ir a la escuela. El barrio Villa Colón nació y creció a la sombra del Colegio Pío IX, ya que en sus inicios solamente existía un pequeño núcleo de casas muy pobres al costado del arroyo Pantanoso. Además de seguir dedicándose a la enseñanza curricular, funcionan allí tres museos que pueden visitarse:

Museo Histórico «Monseñor Luis Lasagna»: Exposición permanente: los Salesianos en el Uruguay; historia del Colegio Pío y sus alumnos; historia de Villa Colón. Espacio interactivo con viejas fotografías. Visitas guiadas (opcionales).

Museo de Ciencias Naturales «P. Luis Marzorati»: Exposición de minerales, fósiles y fauna. Exposición “Fondo del mar”. Visitas guiadas (opcionales). Muestra “Los fósiles del Colegio Pío”. Espacio interactivo con el taxidermista (embalsamador).

Museo del Observatorio Meteorológico del Colegio Pío: Visitas guiadas a cargo de meteorólogos. Acceso al mirador de la torre y telescopio. Exposición permanente de aparatos meteorológicos y astronómicos del siglo XIX, boletines y libros de registro. Exposición temporaria: “Los primeros 80 años de la Meteorología Uruguaya en el siglo XX” (coorganizada con la Dirección Nacional de Meteorología).

Torre Pittamiglio:

El arquitecto Humberto Pittamiglio adquirió en Colón una granja que había pertenecido a Perfecto Giot, uno de los fundadores de la Villa, quien tenía numerosas propiedades y era un destacado empresario. La quinta, estaba ubicada en los terrenos que ocupa actualmente el Complejo América, y otrosgrupos habitacionales. Aún se conserva una torre construida por Pittamiglio.

Estación de Ferrocarril Colón:

El ferrocarril ha estado vinculado a la zona, en primera instancia, como el principal vínculo funcional de Villa Colón con la ciudad y, en un segundo plano, en el fraccionamiento por parte de la compañía ferrocarrilera del llamado “Pueblo Ferrocarril”, anexo a la Villa. Ubicada frente a Plaza Vidiella, la estación fue proyectada en 1910 y se comenzaron las obras en 1912.

Descubrí la Obra

VIENTO DEL EXILIO

ABRIGO

Algunas poesías de Viento del exilio -como gran parte de la obra de Mario de esta etapa-, están escritas desde una resignada espera, alerta a las señales que le puedan llegar «de todas las memorias y de todos los puntos cardinales». Entre esas señas y recuerdos asoman a la memoria del poeta imágenes y sonidos de su infancia. «Abrigo» es un poema escueto pero gráfico: en pocos versos cuenta una época difícil, de miseria, pero donde no faltaban la calidez, el refugio y el canto de la intensa lluvia tañendo un techo de chapa:

«Cuando sólo era / un niño estupefacto / viví durante años / allá en colón / en un casi tugurio / de latas // fue una época / más bien / miserable / pero nunca después / me sentí tan a salvo / tan al abrigo / como cuando empezaba / a dormirme / bajo la colcha de retazos / y la lluvia poderosa / cantaba / sobre el techo / de zinc». 1

Viento del exilio retrata en cada uno de sus poemas las distintas formas de la distancia. El ejercicio poético de Mario rescata también en estas páginas la esperanza del exilio: el fin de la partida y el regreso, que es el desexilio. Se publicó por primera vez en México y Medellín, en 1981, dos años más tarde en España, al año siguiente en Argentina y en 1985 en Venezuela. Recién en 1988 fue publicado en Uruguay.

DESPISTES Y FRANQUEZAS

LOS VECINOS

Dentro de los fragmentos autobiográficos que incluye Despistes y franquezas, encontramos el cuento «Los vecinos», que resume, en sus primeros párrafos, la breve vida de Mario en la recién nacida década de 1920. El texto discurre en una anécdota tragicómica, con unos vecinos «buena gente» pero de costumbres un poco singulares en las celebraciones, para desembocar en una emotiva postal de la familia Benedetti de aquellos años, acaso un poco triste pero llena de emoción y ternura, «el recuerdo más entrañable» que Mario conservaba de su infancia.

«Mis padres y yo emprendimos el regreso, más bien cabizbajos, y recuerdo que el viejo respiró profundamente y dijo: «Siempre hay alguien que está peor que uno», y enseguida agregó: «Pero eso tampoco arregla las cosas». Luego me tomó de la mano y pasó el otro brazo sobre el hombro de mamá y no sé si a ella se le aguaron los ojos o es que así me parecía a través de mis lágrimas. Y bien, esta imagen última, con los tres caminando, enlazados y tristes, bajo la luna solidaria, es en verdad el recuerdo más entrañable que conservo de mi infancia, que no fue lo que se dice un paraíso.» 1

Dice el propio Mario sobre Despistes y Franquezas: «Este libro, en el que he trabajado los últimos cinco años, es algo así como un entrevero: cuentos realistas, viñetas de humor, enigmas policíacos, relatos fantásticos, poemas, parodias, graffiti, fragmentos autobiográficos.» Mario siempre tuvo atracción por esos libros que él denominaba «entreveros literarios». Admiraba a varios de sus colegas que se habían atrevido en esas melanges: Cortázar, de Andrade, Macedonio y el hondureño Monterroso. Habiendo guardado siempre la secreta aspiración de su propio «libro-entrevero», dice que recién se sintió capacitado para concebirlo en la madurez: «tras haber asimilado los vaivenes y desajustes del exilio, y también los entrañables reencuentros y algunas inesperadas mezquindades del desexilio, me siento por fin lo suficientemente suelto como para intentar mi caleidoscopio, antes de que esos setenta que ya despuntan en mi horizonte, me den alcance con su gesto adusto.» Como una constante en su carrera, 1989 fue también un año prolífico en la obra de Mario: Además de Despistes y franquezas, publica el ensayo La cultura ese blanco móvil y el cancionero Canciones del más acá. Este año La tregua llegó a la 75ª edición, Gracias por el fuego a la 46ª, El cumpleaños de Juan Ángel a la 30ª, Inventario a la 31ª, Pedro y el capitán a la 15ª y La muerte y otras sorpresas a la 27ª.

1- Los vecinos, Despistes y franquezas, pág. 126

Descubrí a

Mario

1924

Mario vivió en su Paso de los Toros natal tan sólo dos años. Brenno Benedetti, padre de Mario, era químico y había comprado una farmacia en Tacuarembó; allí fueron a establecerse. Pero Brenno fue estafado: la farmacia que había comprado había sido previamente vaciada, y la familia quedó entonces hundida en la miseria. En 1924, buscando un nuevo trabajo que le permitiera salir de esa situación, Brenno y familia se fueron a Montevideo. En propias palabras de Mario: «Cuando mi padre se arruinó con la farmacia de Tacuarembó, la familia pasó, casi sin transición, de la vida confortable a la casi miseria. Fuimos a dar a una casucha con techo de zinc en los alrededores de Colón». Quizá exista en el imaginario colectivo una idea muy romántica del Montevideo de principios del siglo XX, cuando la influencia de las modas y costumbres europeas -sobre todo las francesas-, eran seguidas con devoción por las burguesías rioplatenses. Seguramente de esa idea resulte imaginar una Villa Colón con grandes casonas señoriales, de suntuosos interiores y espléndidos jardines. Y es cierto: en esos años, muchas familias montevideanas de abolengo tenían allí sus lujosas residencias veraniegas, entre ellas los descendientes del presidente Idiarte Borda. Pero también es cierto que muy cerca en la distancia y muy lejos en la condición social, crecía junto al arroyo Pantanoso otra cara de Colón, un pequeño núcleo de casas muy pobres y precarias. Una de esas viviendas fue alquilada por los Benedetti.

La casa de Mario era pobre, «un casi tugurio de latas», y muchas otras carencias, pero en esa «época más bien miserable», el Mario niño valoró cosas que tal vez de otro modo no hubiera valorado, como explica en el poema «Abrigo»; se sintió protegido, sin miedos, a resguardo. Bajo ese techo de chapa Mario también aprendió a leer solo, cuando tenía cinco años, antes de comenzar el colegio.

Sus relatos de muchos años después, como por ejemplo el cuento «Los vecinos» publicado en 1989, permiten saber que entre todo lo que Mario vivió en aquellos años de Villa Colón, dos cosas cobraron especial trascendencia: la intensificación del amor familiar y el contacto con el otro, con sus vecinos de Colón, que vivían en casas tan precarias como la suya, y a veces con costumbres un poco extrañas para él.

LOS BARRIOS
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