El poema «Soy un caso perdido» es una especie de autorretrato moral y ético, frente a las críticas que recibía por comprometerse con algunos temas y, además, expresarlo en su vida y en su obra. Una de las consecuencias que le acarreó ese compromiso fue la prohibición de su obra en la biblioteca del propio país:
Sus libros permanecieron ocultos junto a miles de volúmenes censurados por la dictadura: silenciosos y arriesgados funcionarios se encargaron de ponerlos a resguardo durante aquellos años.
Cotidianas es un libro publicado en 1979. Escrito en un tono confidente y cercano, está dividido en cinco secciones «cotidianas», y de ello habla: cosas de todos los días, en versos francos y directos que viajan hacia adentro, registran el paso del tiempo y tocan los temas de siempre: el dolor, la ausencia, el amor, la muerte, la vida y sobre todo, el otro, el prójimo. El poemario contiene la primera versión de «Botella al mar», mucho más corta que la que aparece siete años después en Preguntas al Azar. Al igual que ocurre con su obra en esta época, en la que está prohibido en el Río de la Plata, la primera edición es mexicana y, como es habitual, el éxito es inmediato. El libro aparece en marzo y en junio ya se requiere una segunda edición, que también se agota en pocos meses, por lo que Siglo XXI realiza una tercera edición en 1980, y llega a la décima en 1992 (la octava, de 1987, fue coeditada con Siglo XXI de Argentina). Luego tiene ediciones de Alfaguara (1998), Visor (2000), Sudamericana (2001), Suma de Letras (2002).
El compromiso político asumido por Mario, desde su apoyo firme y público a la Revolución cubana hasta su participación activa en el Movimiento 26 de Marzo -como era lógico-, provocaron que su obra fuera vedada después del golpe cívico-militar de 1973. El poema
La cuestión de la censura literaria y la persecución cultural por parte de la dictadura uruguaya es todo un caso de estudio. No hubo listas negras ni quema de libros oficial, pero tener un libro de algún autor considerado «de tendencia izquierdista», podía significar varios años de prisión, torturas y hasta perder la vida misma. Al no existir listas negras, la forma de saber qué podía resultar comprometedor, fue ir enterándose de los autores y obras que eran requisados en librerías, editoriales y casas particulares. Esto impulsó la autocensura: los propios dueños de los libros se deshacían de ellos. Pero la ignorancia propia de los militares y la arbitrariedad con la que obraban generaron situaciones que, lejos de perder su gravedad, causaban gracia. Los libros que estaban permitidos en las cárceles de la dictadura llevaban el sello de «censurado», y así tras los barrotes podían leerse libros que los ciudadanos libres quemaban o escondían para no ir presos. 2
Como consta en operaciones de la Inteligencia uruguaya, en los allanamientos eran requisados libros de muchos autores, entre los que estaba Mario. También algunas instituciones, como Primaria o la Biblioteca Nacional, miles de libros prohibidos fueron escondidos por arriesgados funcionarios para salvaguardarlos de una segura destrucción. Por supuesto, la prohibición de sus libros cruzaba el Río de la Plata:
A esos libros se refiere Mario en el poema, aunque los versos van mucho más allá, pues son también una respuesta a las críticas por su compromiso, debate que se sostuvo a lo largo del tiempo y que Mario siempre respondió con coherencia, defendiendo su derecho a abrazar las causas en las que él creía. Cinco años más tarde de «Soy un caso perdido», zanjaba otra polémica en la que había sufrido agravios y descalificaciones personales, simplemente por defender aquello con lo que estaba de acuerdo: