Con la primer poesía de Viento del exilio («Abrigo»), Mario nos trasladaba a los años de su infancia en Colón. Siguiendo el invisible hilo de su memoria, con el segundo poema «Tranvía de 1929» nos sube a aquel antiguo coche, nos sienta junto a aquel niño de nueve años, y en trece versos ya estamos en el Colegio Alemán.
Viento del exilio retrata en cada uno de sus poemas las distintas formas de la distancia. El ejercicio poético de Mario rescata también en estas páginas la esperanza del exilio: el fin de la partida y el regreso, que es el desexilio. Se publicó por primera vez en México y Medellín, en 1981, dos años más tarde en España, al año siguiente en Argentina y en 1985 en Venezuela. Recién en 1988 fue publicado en Uruguay.
1- Tranvía de 1929, en Viento del exilio, pág. 84
«Mi niñez tiene el nombre de mi escuela: Colegio Alemán (Deutsche Schule).» 1Cuando todavía vivía en Colón, Mario comenzó el colegio. Para llegar tenía que tomar un autobús y luego un tranvía. Más tarde, ya viviendo en Punta Carretas, este viaje agotador se transforma en un paseo corto y más ameno, a veces inspirador. No obstante ser un colegio de ambiente rígido y severo, Mario guarda un buen recuerdo de esa etapa:
La cuestión de la censura literaria y la persecución cultural por parte de la dictadura uruguaya es todo un caso de estudio. No hubo listas negras ni quema de libros oficial, pero tener un libro de algún autor considerado «de tendencia izquierdista», podía significar varios años de prisión, torturas y hasta perder la vida misma. Al no existir listas negras, la forma de saber qué podía resultar comprometedor, fue ir enterándose de los autores y obras que eran requisados en librerías, editoriales y casas particulares. Esto impulsó la autocensura: los propios dueños de los libros se deshacían de ellos. Pero la ignorancia propia de los militares y la arbitrariedad con la que obraban generaron situaciones que, lejos de perder su gravedad, causaban gracia. Los libros que estaban permitidos en las cárceles de la dictadura llevaban el sello de «censurado», y así tras los barrotes podían leerse libros que los ciudadanos libres quemaban o escondían para no ir presos. 2
1- Hugo Alfaro: Mario Benedetti: detrás de un vidrio claro, pág. 12. Trilce, 1986